Como padre, muchas veces, uno se encuentra en la disyuntiva de si dejar pasar conductas inaceptables, o si hay que ejercer la disciplina. Para mí, en la educación de los hijos, hay dos extremos, y los dos son muy peligrosos.
El primero, es el de los padres que aman de tal manera a sus hijos, que les permiten todo. No hay disciplina, reglas, o estructura. El amor allí daña, pierde todo aspecto positivo. El segundo extremo, es el de los padres que son tan estrictos en las normas de la casa, que si su hijo adolescente no se adapta a ellas o no cumple las expectativas, es expulsado del hogar. La ley y la disciplina, sin amor, igualmente son destructivas.